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Pedagogía Waldorf – Educar para la Libertad

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Maestra Claudia Borbolla Fonseca

Si observamos a una hormiga, inmediatamente nos daremos cuenta de que ésta se encuentra completa, terminada. Por decirlo de algún modo, cada hormiga no podría ser más hormiga; está plena, absolutamente sabia y absolutamente hormiga.

Aunque esto es válido para todos los animales, para el ser humano no es así. Si nos observamos, si observamos a nuestros compañeros humanos, nos daremos cuenta de que somos muy diferentes, y de que estamos siempre en un camino evolutivo. Desde el nacimiento, somos el ser que nace con mayores carencias, con menor independencia y con casi cero autonomía.

 

Poco a poco, con el cuidado y acompañamiento de los adultos, de los otros seres humanos, vamos madurando y forjándonos, mas este es un proceso que toma muchos años, y que, desde cierto punto de vista, siempre permanecerá inconcluso.

Para el ser humano, llegar a esta tierra significa llegar a un mundo de límites, comenzando por el propio cuerpo. Éste cuerpo al que nos hemos ya habituado los adultos representa, en los primeros años, una suerte de lastre: no sabe andar, no sabe comer, no sabe dormir, hasta el menor cambio de ritmo, alimentación o clima le hace estragos... Está a merced de los cuidados adultos -los maternos principalmente. Con el primer gran hito que nos hace seres humanos, alcanzamos por fin la libertad de disponer de nuestras dos manos libres: después más o menos un año, apenas somos capaces, por fin, ¡de andar!

Y de ahí, el camino por recorrer es aún largo: hemos de aprender a hablar, y a pensar. El camino apenas comienza. Nuestro pensamiento no es exactamente claro ni sistemático y mucho menos estratégico, para lograr todo ello, faltarán aún algunos años. En estos años, sólo podremos alcanzar la libertad de pensamiento con el apoyo adecuado de nuestros padres y maestros, y como sabemos, ésta no es tarea fácil.

Y ¿qué hay de las emociones? ¿de la impulsividad? ¿de la incertidumbre? De todo ello están construidas las rejas de nuestra “prisión” intangible. Para alcanzar la libertad hemos de trabajar por años, deberemos conquistar a pasos de infante a nuestro propio ser, para poder -si tenemos suerte- tener un pensamiento claro e individual, para poder dominar con nuestro cuerpo el espacio, y para poder contender con nuestras luchas y sentimientos personales, para ser dueños de nosotros mismos.

La libertad es una conquista personal, que sólo habrá de suceder si los adultos reconocemos que los niños y niñas están apenas comenzando el camino para alcanzarla. Y sólo podrá ser así si la educación les acompaña correctamente,
reconociendo que no existe libertad sin límites, y que nuestros niños sólo la alcanzarán si los adultos les procuramos la resistencia necesaria para conquistarla -para conquistarse- poco a poco.

Si logramos hacer que la educación sea una auténtica aportación en el camino personal de cada niño, si miramos la propia vida como una iniciación individual, única, podremos percibir la vida de cada uno como una serie de experiencias de aprendizaje encaminadas a alcanzar la propia individualidad. Solamente si la escuela es capaz de proveer el espacio para que esto suceda, podremos aspirar a que nuestros niños alcancen la propia libertad.

La naturaleza hace del hombre un ser natural, la sociedad hace de él, un ser social, sólo el hombre es capaz de hacer de sí un ser Libre. - Rudolf Steiner