Download the article: ¿Qué duración tiene la misión del maestro de grado?
por Christof Wiechert
Articulo reproducido de Salud a través de la Educación - Un reto para pedagogos, médicos y padres
Desde un principio la escuela Waldorf estaba dispuesta de manera tal, que el maestro de grado debía permanecer con sus alumnos durante ocho años, la transición hacia el ciclo superior. Esto estaba dispuesto de un modo tan natural, que no es sencillo encontrar una clara postura al respecto en las publicaciones de Steiner. Representativamente, mencionamos a continuación dos breves acotaciones. La primera es notoria por su formulación abierta: Nada es mas útil y fructífero en la enseñanza como darle al niño entre el 7º y el 8º año de vida un mundo de imágenes y mas adelante, tal vez a los 13 o 14 años, se retornará a las mismas. Justamente por esta razón, aquí, en nuestra escuela Waldorf se trata de que los niños queden el mayor tiempo posible con un solo maestro. Cuando los niños llegan a la escuela, a los siete años, son entregados al cuidado de un maestro, que los acompañará con los grados hasta donde se puede.106. Al final de la Antropología general, el Estudio del Hombre como base de la pedagogía, en la conferencia 11ª (Obras completas GA 293) se habla, de cómo el maestro puede equiparar las unilateralidades de una comunidad de alumnos, mediante la visión conjunta a través de los años escolares: Por esa razón, es tan importante, que el maestro se quede con los alumnos durante todos estos años, y por otra parte es una disposición demencial entregar a los alumnos cada año a otro maestro.
Hoy, este tratamiento ya no es sobre entendido. Surge la pregunta, si esta demanda cobra validez también en la actualidad. (No tomamos en cuenta los reproches – que ocupan un primer lugar- que a menudo se escuchan: ¿Qué sucede, cuando un maestro, una maestra, no siente afecto por un niño del grado, o, cuando un niño no quiere al maestro?).
Las siguientes consideraciones pueden ser útiles con respecto a la permanencia del maestro de grado con sus alumnos. Se sobre entiende, que este deseo de Steiner posee muchos aspectos. Uno de los mas importantes por cierto es el hecho de que a causa del acompañamiento a través de los años con los alumnos y su evolución, también el maestro se va desarrollando a la par. Con ello queda asegurado, que también para el maestro, una y otra vez la enseñanza es nueva, tanto, con respecto a la materia a enseñar, como con respecto a la situación escolar. El maestro acompaña el crecimiento. No solamente va cambiando su conocimiento y capacidad mediante las materias que van cambiando, él mismo se va convirtiendo en otro, dado que para un primer grado necesita una postura diferente a la de un cuarto, sexto u octavo grado.
Esa inconsciente vivencia de capacidad de cambio del maestro es de eminente importancia para los niños. Consideremos tan solo como el tono del trato mutuo tiene que ir cambiando por el avance de la edad de los niños. Recordemos, de que manera hemos estado parados en el aula frente a los alumnos del cuarto grado y como ha cambiado ahora, que estamos en el sexto grado.
De esta capacidad de cambio se trata.
Cuando en el séptimo u octavo grado el asunto “ya no va”, esto tiene que ver mas bien con la capacidad de cambio y no con la ‘competencia’. Puesto que, con competencia nos estamos refiriendo generalmente a una competencia profesional. La competencia profesional va creciendo en el curso de los años, se mueve empero dentro de la vestidura del conocimiento general y no dentro de la específica capacidad profesional.
La demanda por conceptos del ciclo medio, es, en realidad una cuestión de la capacidad de transformación del maestro. Dado que, justamente en el así llamado ciclo medio tendríamos que evitar la trampa de impartir la enseñanza según las leyes de una materia. A esta edad se colocan las agujas pedagógicas en dirección a la pubertad. Con respecto a la pedagogía de esta edad, las indicaciones de Steiner son contundentes:
Y de la misma manera, como en la facultad de aprender a escribir y leer en los primeros años escolares se evidencia la ‘dentición anímica’, en todo aquello que es actividad de la fantasía y lo que está transpuesto por calor interior, se va anunciando aquello, que al final de la escuela primaria se irá desarrollando a partir del duodécimo, décimo tercero, décimo cuarto, décimo quinto año de vida (…) Aquello, que debe ser acrecentado en las últimas épocas de la escolaridad primaria, lo que empero es sumamente importante, es la convivencia, la vida en concordancia entre el maestro y los alumnos.107
106 Steiner, Rudolf: El arte de la educación a partir de la comprensión de la entidad humana. Conferencia del 15.8.1924. Obras completas GA 311. Dornach 51989.
107 Steiner, Rudolf: Antropología general. El estudio del Hombre como base de la Pedagogía. 14ª conferencia. Obras completas GA 293. Dornach 91992.
Según mi criterio, esta es la única oportunidad en la cual impone la demanda: Mantén con vida tu fantasía
–a la cual denomina el categórico imperativo pedagógico- a la par de la acotación de que quien no está dispuesto a ello, se busque otra profesión.. Con ello queda caracterizado el rigor, justamente frente a la pedagogía del ciclo medio.
Tal vez esta acotación, se debe a los hechos de que la actividad de la fantasía, bien entendida, debe ser asumida de una manera nueva. En la actividad de la fantasía empero tenemos una cualidad muy cercana a la capacidad de transformación. Al contemplar la diferencia entre las clases inferiores y el ciclo del medio, obtendremos una vista general, obtendremos un espectro del accionar del maestro de grado.
Existe un hecho muy particular. En la vida económica, en la industria, en la vida profesional, mucho se está hablando de la flexibilización. En la actualidad, al lado de la capacidad social, se encuentra la flexibilidad. Tenemos que poder llevar a cabo cambios, reorganizaciones, modificación de tareas; ya no existe la ocupación laboral de por vida, tenemos que poder realizar, en cambio, la adaptación.
Al mismo tiempo sabemos empero, cuan difícil es esto. Quien no dispone de una naturaleza explícitamente sanguínea, tendrá que afrontar problemas con respecto a la capacidad de cambio, la flexibilidad. ¿Por qué sucede esto?
Rudolf Steiner caracteriza al cuerpo etérico, también como el cuerpo de los hábitos. Sin la existencia de un determinado fondo fijo de hábitos, difícilmente podríamos hacer frente a la vida. Todas las personas necesitan hábitos de acción, en el curso de su evolución han adquirido hábitos de sentir, y sobre todo también, hábitos del pensar y del hablar. La pregunta es: ¿Cuán sólidos son? ¿Son vivenciables para la persona, que a sí misma se percibe? ¿Podemos mirar a nuestros hábitos sin prejuicios, con imparcialidad? Al así hacerlo, ¿Podemos cambiar un hábito?
Con ello, entramos a un importante capítulo de la auto-educación, que sobre todo para el maestro puede decidir acerca del éxito o lo trágico en el trato con los niños en estado de transformación. Dado que, podrá ser un buen maestro, pero si no cambia sus hábitos a la par del cambio natural de los niños, de pronto, todo “no va mas”. La simbiosis con el grado, con su anterior buen funcionamiento, se altera, el maestro no sabe lo que pasa, duda de sí mismo, amenaza la proyección de una culpa hacia fuera y el peligro de un endurecimiento anímico, dado a la búsqueda de comprensión de lo sucedido y la incapacidad de hallarla dentro de sí mismo.
Un maestro puede exponerse al peligro de la carencia de capacidad de cambio, de transformación, ya a partir de su manera de dirigirse al grado. Quien en el cuarto grado saluda a los niños de la misma manera como lo ha hecho en el primero o segundo grado, en sí mismo y en la comunidad del grado está fijado a hábitos que sujetan, en lugar de liberar. Esto, lo estarán notando luego en primer lugar los maestros especiales: En un grado así, no encuentran entrada, tienen problemas, los hábitos son como un muro, que difícilmente puede ser superado.
De hecho, se trata de una realidad compleja. Dado que naturalmente, el maestro de grado tiene que ir “formando buenos hábitos” en la comunidad del grado. Pero, ninguno que genere dependencia. ¿Cómo podemos encontrar la diferencia? La diferencia yace el hecho, si los hábitos que el maestro de grado está llevando a la práctica, son buscados en libertad por él mismo, o si se trata de hábitos inconscientes, junto a los cuales sobre todo él mismo tiene que hallar el sostén. En lo externo apenas perceptible, de hecho empero mucho mayor en su diferencia, a causa del efecto que ejerce.
El cuerpo del hábito, el cuerpo etérico, tiene según el temperamento, la constitución y la educación, una determinada medida de movilidad. Esta movilidad se manifiesta en las fuerzas anímicas del pensar, sentir y querer y sus expresiones. Seguramente no nos equivocamos al afirmar, que las actuales condiciones de vida mas bien imponen trabas al cuerpo etérico en su movilidad. Podemos examinarlo en nosotros mismos, por ejemplo a través del hecho si al dar la clase dependemos de que se lleve a cabo exactamente, tal como lo habíamos planificado. Al presentarse una “alteración”, ¿Esto nos saca del concepto, o podemos asimilarla sin problemas?
Podemos llegar entonces a la convicción, de que la pregunta acerca de la duración de permanencia del maestro de grado con sus alumnos, es en definitiva la cuestión. Cuando el maestro no está en condiciones de ir cambiando a la par de los alumnos, se genera un “hoyo”, un hueco en su relación con los alumnos. Esto es percibido por todos los involucrados. Se intenta llenarlo con una mayor competencia profesional. Nos estamos aproximando entonces a un estilo del ciclo superior, a una edad, en los cuales los alumnos
justamente dependen de una educación con plenitud. Una decisión muy importante, cuya equivocación
acarrea graves consecuencias.
¿Cómo podemos educarnos hacia la movilidad interior? Una ayuda de importancia al respecto, es el arte. Toda actividad artística, también en el aula, cobra un efecto de vigor y de apoyo sobre el cuerpo etérico.
Otra ayuda procede de un determinado trato con el pensar que se ocupa con contenidos científicos- espirituales. Son justamente estos, los que promueven una movilidad del pensar. Ya hemos señalado las partes pertinentes. Sigue siendo empero, un ámbito complicado.
Recordemos la acotación de Steiner: El (docente) luego asciende con los grados, hasta donde sea posible.108 Conformemos esta frase en un “caso ideal”. Un maestro, o una maestra nota en el curso del sexto grado, que la enseñanza de manera creciente está costando un esfuerzo, ya no corre con liviandad, no fluye y se redondea. Podría ser que se trate de una indisposición temporaria, pero, queda en evidencia que persiste.
El maestro lo toma con calma y al cabo de una debida reflexión y tal vez un diálogo con un colega de mucha confianza, llega a la conclusión de que quiere presentar sus dudas al cuerpo docente. Tiene
asimismo una buena relación con los padres y ha pedio consejo a algunos padres de su mayor confianza. En definitiva, lo plantea en la Conferencia de Maestros, diciendo, que al final del sexto año escolar quiere entregar el grado. Tal vez, los colegas estén asombrados, el maestro empero sabe, que su decisión es correcta
Se llevan a cabo los preparativos para un cambio de maestros.
Quien actúa de esta manera, lo hace a partir de una fortaleza interior y puede guardar la esperanza, de que, al cabo de una correcta decisión, para su grado se encuentre el certero colega nuevo. A ello se agrega de que, si la decisión es tomada con tiempo, estamos frente a un proceso completamente justificado, que no tiene “perdedores”.
La correcta evaluación de nuestra propia situación, la madura decisión propia, nos fortalecen. Quien no puede realizarlo, no tiene porqué hacerlo. Por el contrario una decisión de esta índole evita a los alumnos, a los padres y a la escuela, un “sufrimiento” que acontece con demasiada frecuencia para los involucrados.
Para finalizar, podemos señalar lo siguiente: Del proceso aquí descrito no debe surgir la conclusión de que el aquí referido procedimiento debe convertirse en una norma. Se trataría de un desconocimiento de la pedagogía, si una escuela se decidiera a limitar el tiempo de enseñanza del maestro de grado a seis años, a causa de malas experiencias pasadas.
108 s. Anmerkung 106.